9 may 2010

Maldición

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Que encima te caiga
una ciudad
y se te den vuelta los canales del cuerpo
se te anuden entre ellos
los nervios con las venas y los vientos
que te recorren y animan
que languidezcan
que apenas te arrastren
que pena, que tarde
es desear para mí
mas ya no te deseo
sino
este mal tan muerto
que te arranque de fluir
que violento te sea
mover un ojo, saludar
y te deshagas en sus frentes
cuando te miren las tetas.

Que en los hoyos que te comunican
crezcan musgos cortantes como cristales
y aniquilen a quien quiera habitarte
mutilándote por mientras
los fluidos, los sentidos.

Que no dictaminen más monolitos entre tus piernas
sino solo tormentas y derrumbes
inundaciones y sequía
que te abandone la arena y el agua del cuerpo
derramando tus órganos
usando tus pulidos canales
como desagüe de tu alma.

Que te mueras, quiero decir, que te mueras
y tu descomposición sea pública
y publicitada entre los insectos y las bestias
que acudirán a tu repartición,
y llevarán tus partes a sus tierras.

Que se te desvanezcan las corrientes
y se te estanque el cuerpo
no en una cama ni en un césped
sino en lo alto de una montaña seca
cuya arena por caer esté descubriendo sus rocas
pudiendo atravesarte
o atravesar el espacio que tu peso
ocupó antes de ser repartido.

-

Que tu gusto sea tu vergüenza
Que la voluntad te pudra lo digno
Que la sangre se te cristalice en blanco
y como sal te drene.
Que se te detenga el cuerpo
pero no se descomponga.

Fíjate en los troncos de los pinos,
las cigarras,
con sus órganos drenados por la lluvia
yacen todavía ahí agarradas
con sus tenazas y sin alas.

-

Un espacio para morir
un espacio para opacarse
para no quemarse con el sol
para vaciarse durmiendo sin lluvia encima.

Tu pieza es la tumba de uno de tus cuerpos
se te derrama la piel y el pelo siempre
con ellos caen tus células muertas
eso es lo normal, de no preocuparse
pero quiero que sepas o recordarte apenas
que eres tanto cadáver como eres cuerpo.

Los agentes del olvido
en su tarea de barrer la muerte
alzan su digno e indiscutido programa:

la higiene.

Conozca sus olores
los que lleva encima
los que deja detrás.

Conozca
sus enfermedades y sus penas
sus vergüenzas y culpas
sus frustraciones y arrepentimientos.

Imagínese por dentro
sus órganos negros, sin luz.

Olvídese de los espejos
y vístase con los rostros de sus ánimos
esfuércese en deformarlos lo suficiente.

Recuerde los pocos colores internos
que ha podido ver iluminados,
los mocos, la sangre, los mojones.

¿En qué espacio le gustaría derramarse?
¿no siente como el sexo la drena?
más que llena.
¿quisiera donar órganos?
¿quisiera habitar más desnutridas memorias?

-

Que se te incendie el pelaje
y la roja tierra de tu piel quede expuesta, estéril
humeándote para que la abandones
y dejes de dar penas al mundo.

Los bosques a contraluz se ven azules
el sol de la tarde les traga el amarillo
cuando no les da de frente.
Las nubes cortan el bosque,
lo dividen entre nieblas
definiendo su transversal silueta.
El bosque alto se acuesta,
se encuentra,
con la verdad alta, cuando se topa con rocas
con cimas que no alcanza,
se encuentra
con que no hay senderos para sus raíces.


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Tren

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Despertándome entremedio,
tiritaban como en todo el camino
los ventiladores, los engranajes y paredes.
Los veía por un momento, a oscuras todavía
esforzándose por transportarme,
tiritándome también.
Parecían tan iluminados, los ventiladores,
como si mis ojos fueran los focos lánguidos
que los hacían visibles.

Estaban solo las máquinas despiertas,
solo abiertas las ventanas,
porque todos los rostros descansaban
y todos los ojos dormían.
Más adelante, despertándome entremedio,
vi rostros encendidos y cuerpos sentados.
Lo digo así porque me sentí solo,
como muchas veces despertándome
y quizás como otros se deben sentir
al despertar, veamos:
Entre único y abandonado
lejos de todo y sin razón para acercárseles.
Sin razón para hacer cárceles.

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Había niebla afuera y poblados pobres
pero yo venía pensando en otra cosa,
en el aire frío que me llegaba,
y en si es que podría llegar a resfriarme.
En que si lamiera las paredes,
de qué podría contagiarme.
En cómo actuaría si realmente vinieran
a cobrarme la multa por fumar adentro.
En qué decirle si es que me atreviera,
a una mujer bella.
Ya no entiendo lo que hicieron conmigo.
Ya no sé lo que vivimos juntos.
Yo estaba pensando
en que el hijo de puta que bloqueaba la puerta
se corriera un poco para dejarme ver
el paisaje de nuevo y olvidarme.


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6 may 2010

029

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La mina que me follé ayer dejó unas pantis colgadas en el respaldo de mi silla. Me pregunto si habrá sido a propósito, no creo. Las cogí y olí el sector que cubre el sapo. El mismo olor que mojaba mi nariz cuando se lo chupaba hace medio día. Una mezcla de zorra, claro, y olor a fogata. La weona venía trasnochada de un mediocre viaje en LSD que se pegó en un campo no se donde chucha. Me llamó diciéndome que estaba cerca de mi casa y que me iba a pasar a ver. No me contó nada de su mierda de viaje, solo me tiró a la cama y se me puso encima. Costó que se me parara, estaba quedándome dormido cuando me llamó y ya me había corrido la paja en la mañana.

Es rica, me encanta su zorra y se la chupé hasta que se corriera. Luego me tocó a mí y me fui pensando en una rusa contorsionista que había visto en el circo antes de ayer. Violeta estaba siempre nerviosa pensando en que alguien pudiera interrumpirnos. Era hora de comida. Yo había dicho que iba a comer más tarde pero los pasos que se escuchaban afuera igual la ponían así. Tiene el sapo un poco suelto. Me cago si su ex tenía un pico enorme, el mío es normal nomás igual algunas minas me han dicho que lo hallan grande pero debe ser pa complacerme. Ya, pico, de ahí conversamos un rato y llamó un taxi. Siempre agradezco no tener que ir a dejarlas, el ambiente del auto y el tráfico después de follar, repasando cada uno los hechos tratando de rescatar algo. Bueno, no pasó así que me dormí tranquilo.

Hoy no he podido levantarme de mi cama desde las siete y media cuando bajé eructando y rascándome las bolas por las escaleras en busca de algo para beber. Traje un jugo, un vaso de bebida y leche para niños. Tomé solo la bebida y volví a dormir. A las dos y media de la tarde me despertó un llamado telefónico. Vas a venir a la universidad, no. Luego pensé en ver una película, prendí la tele y me quedé viendo la teleserie que estaba puesta, una wea brasileña llena de mierda emocional y minas ricas con gestos histéricos. Leí un rato el libro que en este último tiempo ha estado ocupando mi repisa y bolsos, bebí el jugo, llamé a mi hermano preguntándole si le quedaba algo de esa hierba fumable que da sueño y no tenía. Estoy un poco triste, quería seguir soñando con esperanzas de allí encontrarme con alguna inocente jovencita profanada por el mundo de la moda. Me besaría intermitentemente mientras yo tratando de explicarle lo bello que es que nada valga la pena. Después me rechazaría y la contratarían en un circo, resulta que era contorsionista.

Mi casa es de madera y los pasos se escuchan con estrépito desde acá, lo que ayer ponía nerviosa a Violeta. Ojalá no abran la puerta, ojalá no me llame nadie más, ni siquiera follaría de nuevo y me da miedo fumar lo poco que me queda de mota porque no tendría para la noche. Sonó el timbre y es mi abuela, no he escuchado ningún rumor ni grito de mi hermana pequeña, que es la única que me puede subir el ánimo en un día como este. Últimamente ha estado reacia conmigo, lo cual me afecta mucho. Le voy a dar besos y me lanza combos. Ojalá no sea muy histérica cuando crezca.


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Maderas, Durmientes.

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Maderas
Durmientes
Maderas
y durmientes
a la venta
en el cruce
de una calle local
con la autopista.


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En la tele
un hombre planta
algo
y luego se sube
a un bus
para llegar a su casa
donde está
su esposa
y sus tres hijas.
Por la calle
pasó un camión
morado
que quería estacionarse
pero no encontró sitio.


-


Por cerros
había que pasar
para encontrarte
madera,
durmientes.


-


En la tarde
me desperté
esperando encontrar
en el día
una razón
para el siguiente.
Pasó que las ventanas
y las construcciones
estaban como siempre.
El patio también,
lo cruzaban pocos
con algo bajo el brazo.
Pero una vendedora
me preguntó
si era chileno
y quise volver a casa.


-


Un perro vago me rodeó
oliendo la tierra
en la que estaba parado.
Luego se fue
a echar en la sombra.


-


Dejándome subir
por una escalera mecánica
recuerdo
que el metro cierra pronto.


-


En el fondo del patio
hay una jaula en desuso.
Las enredaderas
apenas dejan ver
hacia dentro.
Ahí creció un pájaro
que apareció muerto
el día después
del que lo soltamos.
Lo habíamos encontrado
caído de un nido
respirando todavía.
Yo fui el que lo recogió
y se lo pasé a mi madre,
que me dijo
lávate las manos.
No sé bien que hizo
para mantenerlo con vida
pero creció
dentro de un acuario
y luego en la jaula
que ahora miro.


-


Me asomo por el balcón
dejando que la luz
me haga entrecerrar los ojos.


-


Violeta me dijo
que no me preocupara
tanto
de los días.


-


Escuché a un par de pájaros
anunciando el amanecer
y quise dormir con ellos
tumbarme a su lado
mientras yacen inconcientes.
Los escuché unos segundos
mientras cerraba la ventana
y quise culparlos
por mi insomnio
por mi pena
pero no pude
Solo quise
tumbarme a su lado
mientras yacen inconcientes.


-


Cambió la posición
de sus piernas
sentadas
Miró la pantalla
que dice la estación siguiente
Y luego volvió a su libro
que por la portada
me tincó tan malo.


-


Salí de mi edificio
y quise volver
pero el ascensor
se había ido.


-


Venía de la estación
cuando por ejemplo
detrás mío
una grulla
un vaso de agua
un término.
Sin poder escoger
recordé
las palabras
pronto
medio
a penas,
y me sirvió
para sanarme.


-


María venía
llena de rostros
llena de alegría
a saludarme
cuando se dio cuenta
que yo había cambiado
y que no la estaba
reconociendo.


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-


Entro a un bar
para pedir autorización
de la máquina de tabaco
que está afuera.
Levanto la mano
y la que atiende
me cruza la mirada
mientras se da vuelta
a apretar el botón.
Digo gracias con un gesto
y salgo
llevándome una imagen
de una pareja
aburrida
cada uno con su mano
sosteniéndose la pera.
La máquina me ha devuelto
tres veces
una moneda
pero a la cuarta vez
funciona
y me voy
a pasar la noche en mi habitación.


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Excavadora en un canal.

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En un canal adjunto
una excavadora se balanceaba
en una balsa de madera y barriles
mientras removía del fondo
acumulaciones negras
para dejarlas en un compartimiento
al lado del canal pero que
formaba parte de sus aguas.

En la vereda clausurada
monitoreaban los jefes de obra
desde la sombra de un árbol.
Apoyados en la pared,
daban órdenes con las manos y voz
y siendo dos conversaban a veces.

Yo miraba más la negra mierda húmeda
que totalmente negra y con tiras colgando
parecía la ciudad procesada
y lista para comerse o ser
vendida como combustible.


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Jaiba viva empaquetada.

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Una torre de jaibas vivas
dándote la bienvenida a un restorán.
Están amarradas sus tenazas a sus cuerpos
con cintas blancas de plástico
y solo pueden mover sus ojos
cuando a ellos acercas un dedo.

No parecían vivas las jaibas,
pero sí húmedas y frescas.
La cinta estaba tan apretada,
que sospeché a su tensión contribuía
la fuerza de los brazos gruesos que amarraba.

Era verdad porque apartaron sus ojos.
Se sostenían vivas y haciendo fuerza
hasta seguramente, al cerrar el mall,
morir en su forzado trabajo.

Chino era el local y su portero tailandés
mostraba la viva y tensa torre con sus gestos.
Decía era barato comer adentro invitándonos,
pero yo solo quería ver las jaibas.
Pobres animales en ese momento,
y eternamente dignos una vez muertos.


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036

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La piel, que recubre su cuerpo por entero, está compuesta por una aleación de luz y amianto de vivos tonos blancos y grises, a veces metálicos alcanzan a reflejar matices ocres, rojos, cobrizos y negros constituyen la única protección que tiene contra enterarse visualmente de sus órganos. Yo siempre llego a imaginármelos cuando acostados casi desnudos, siento con mis pies, la mala circulación que tienen los suyos. Están fríos, metal blando y blanco, el contraste que tendrían con la sangre débil roja que los recorre si es que esta tocara el aire también. De ahí a sus vísceras, fértiles y hermosas pero solitarias y deshabitadas. No las puedo pensar desparramadas.


El líquido suele morar en cavernas y grutas naturalmente adaptadas a las necesidades entre territorio y morador. Normalmente, la entrada queda disimulada por la vegetación y los pedruscos pliegues que la rodean. Es estrecha, justa para permitir el paso de los vagabundos atentos porque muchos somos vagabundos del sexo, con lo que las paredes quedan pulimentadas por el continuo roce de sus sucios miembros, si es que se deja de vez en cuando.

Me confundo entre zorra, sangre, piel y la mujer que los acarrea divagar mira se siente como una inundación, nena, cómo generas tus espacios que serán cavernas dentro de tus órganos al fin y al cabo. Veamos, buscar una cueva lo suficientemente amplia como para poder revolverte si eres perseguida, pero no tan grande como para que se pueda esconder un enemigo. Lo que sigue, encontrar la vivienda emitiendo una vibración de ultrasonidos u hormonal qué se yo y captar con esa misma sensibilidad el eco de retorno de las grutas de las cercanías.

Dos cavernas adyacentes; la tuya y la mía o de algún otro hombre, entre nuestros órganos. Luego excavar un pasadizo de la anchura y largo exacto de tu cuerpo que comunique una con otra. Pulir y revisar que no existan grietas ni salidas al exterior. Tapar los huecos inútiles y abrir una pequeña salida que sirva como orificio de ventilación. A medida que aumenten tus necesidades de espacio, excavarás nuevas estancias, creando un conjunto de cuevas en las que podrás vivir con comodidad. He pensado en refugiarme en tus órganos, habitarte ojalá inmunemente follándote de vez en cuando, debo tener esas vías de acceso. Esperemos a que amanezca.


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037

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Mirando por una rendija que da a un sector de la casa que nunca fue ocupado, telas de araña. Me gusta encontrarme con arañas en Algarrobo porque luego me encuentro con jaibas y las recuerdo. De hecho, me traje recién una jaiba seca tamaño tarjeta de crédito pero encontré una más grande en la isla de rocas. La agarré por los costados, se retorcía ante mis pinzas, las suyas sin posible movimiento que le permitiera alcanzar mis dedos. Mirarla un rato. Dejarla en una roca grande para verla moverse, se tiran hacia abajo y buscan urgente una cueva. El mar hace difícil recordar de dónde vienes creo porque andar en un bote a remos encaramarme para mirar el fondo a veces se distingue un color más oscuro, pensar que es una ballena. O una amenaza.


Habían varios animales con nombres que todavía no conozco a pesar de haberlos frecuentado desde pequeño, digámosles potos de mar, un nombre entretenido porque son una especie de cono achatado que termina en un orificio pliegoso de más o menos un centímetro y medio de diámetro. Todo húmedo y viscoso, expulsando suave saliva se arrastra por la parte inferior de las rocas y entre sus grutas. Yo no puedo evitar tantearlo con mi dedo e introducirlo en su boca, recordar una bella zorra y reírme. Lo malo fue cuando decidí lamerlo, solo una lamida y siento mi lengua atrapada por lo áspero y pegajoso miles de tentáculos pequeñísimos succionando. Retirar mi lengua fue difícil más que por dolor por lo extraño e inesperado de la sensación. Hay algunos cafés, negros y verdes. Rara vez se encuentran azules y son sorprendentes por el contraste de su color con el promedio del entorno. Tuve que hacerlo. Quedé con una sensación de mierda en la lengua.

Estrellas de mar, potos de mar, soles de mar, lobos de mar, cucha de mar la wea, la referencia a nuestra querida tierra, nuestro no-mar me es insoportable. Siempre he querido quedarme a dormir en esa isla de rocas pero en la noche la marea sube y la cubre de agua. En todo caso, hay rocas, las mas grandes, que se mantienen asomadas, pasar ahí la noche en vela.

Avanzar este parece un poco terrible. Las olas están bien, digo, las rocas las reciben felices y los cochayuyos las burlan. No hay nada que hacer, nada que escribir, nadie a quien follar, aunque esa hostigosa nada ha sido violada por la dialéctica y desembocado en un inevitable todo. La referencia obliga a la diferenciación, el atrevimiento más mierdoso del hombre. Yo me siento inundado de autorreferencia. Así, quisiera evaporar la osadía asquerosa de nombrar los acontecimientos, la timidez cargando desconfianza y pesadumbre, el pasado actualizado y el acto muerto.


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014

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En el dentista la wea estuvo rara. Casi siempre voy en la tarde, la sala está vagamente iluminada por el día y unas lámparas frías. Las camisas, las paredes, las cortinas ceden a un, odio escribir colores, amarillo de dientes sucios, un poco más claro. Es muy sutil lo amarillento. Mientras me joden en la boca, miro por la ventana, que está al frente mío, escucho los ruidos de las herramientas y de los que las manipulan. De fondo, muy lejano, muy despacio, la radio Romántica, a veces la Beethoven.

Hoy fui a las una. Es un día despejado y la cortina me encandilaba, me tranquilicé mucho. Cerraba los ojos y escuchaba la música, la música perpetua, los sonidos de los instrumentos, la vasta variedad de las puntas para ese pequeño taladro. Las quejas de Antonio ante la sutil incompetencia de la asistente, una de las mujeres más tiernas que he visto en los últimos años. Debe haberla escogido, en parte, por eso. Al abrir los ojos, me encontraba con la ventana, la cortina traslúcida apenas en las sombras, los edificios, etéreos al fondo y un gran pino. ¡Ese pino! Mi memoria lo tiene metido en el culo, oscilando, tranquilo, testigo de mi mueca forzada por el doctor y sus instrumentos.

Vengo aquí desde que nací. En la sala de espera, miraba por la ventana hacia un jardín siempre solitario que rodea una salida de autos. Todo sigue igual y yo he cambiado tanto. Pero los árboles, han crecido y mudado sus hojas, cuántos autos han salido y quizás alguien ha estado ahí. Por supuesto el jardinero, cortando el pasto. Me inunda tanto la velocidad en que la vida me cruza, se me escapa de las manos, que pienso esa estupidez, que todo sigue igual. De ahí nace mi deseo de estabilidad, de arraigarse en una rutina sin sentido, de echar raíces en el pútrido suelo de un apartamento con alfombra, lleno de piel y pelo en sus ranuras. Suspenderme del pulso de la ciudad. Ver como avanza el mundo precipitado desde una ventana, ignorando las batallas magnas que acontecen en mi organismo. Nuestro cuerpo está siempre en guerra, en guerra contra la muerte y perdiendo. Ya, pico, ¿qué mas?, este, claro.

Me estaba poniendo una tapadura en una muela de muy atrás, por lo que me tenía que abrir los labios por el costado con sus dedos. Lo mantenía así largo rato mientras corregía el calce de la tapadura con el hoyo de mi diente. Cuando terminó, el costado de mi labio estaba flácido, tuve una sensación muy desagradable. Como si mi boca fuera un culo al que le dieron chuchamadre y caminara colgando, balbuceando, soltando gases sin querer hasta incluso un poco de mierda. No se quién me dijo por ahí que a los maracos les pasaba eso, también a los viejos, por eso los pañales.

Ayer en la clínica, en Hemodiálisis, quien chucha sabe que es eso, vi a una vieja de muchísima edad con el brazo jodido. Era un hueso frágil del que colgaba piel azul, roja, toda venas. Algunas estaban inflamadas, lo tenía sujetado con dos pinzas metálicas y se arremangaba constantemente. Tenía rostro preocupado, ojos negros y típica ropa de vieja. Yo estaba estremecido, si seguía ahí mucho rato iba a llorar. Por suerte apareció el doctor. Pensé muchas weas viendo a esa vieja. En lo plácidos que la mayoría parecen, como si dentro ya no existiera más lucha. Todos miran como yo quiero mirar desde mi apartamento con alfombra, el mundo ya no los acarrea, avanza al fin como siempre rápido nos hecha apenas un viento fresco en la cara. Dentro el amor que abraza, fuera la noche fría. Lo fatal acontece al fin tan mientras todo pasa nos morimos. Quién fuera apenas sensitivo para no arrastrar el dolor inevitable de ser vivo. Como si la carne ya no nos tentara más que el abrazo estéril de los cojines de un ataúd qué se yo. Luego pensé en su ropa, en sus zapatos, que era donde menos se le notaba la edad. Dentro podrían haber estado los pies más frescos racimos de dedos de alguna que he amado, o muy bien los de esa vieja que no quise imaginarme. Cómo la ropa nos esconde el cuerpo, bla, bla, suficiente con la vieja de mierda.


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