27 mar 2012

Punta del Viento

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En la carretera campesinos ofrecen a los automovilistas corderos faenados. Con sus brazos abren el cuerpo drenado de vísceras, mostrando sus costillas blancas por la grasa.


La autopista pasa por debajo como una sonrisa en una infinita boca de cemento.


El horizonte amaneció tapado por niebla. Una larga nube que avanzaba hacia el sur. Abajo de ella el desierto rocoso y arriba el cielo despejado. El paisaje partido en dos. A las doce la nube se había ido.


Cayó un meteorito hace millones de años. Dios despierta. El pájaro se desenvuelve. Nace el cactus en una burbuja en la roca. Más abajo, con el mar encima, los moluscos y las algas la cubren. La roca es gris y tersa. Le resbalan las olas. Estuvo sumergida. La marea está baja.


La bandada de gaviotas espera que la ola se retire
para picar las pulgas que descubrió el agua en la arena.


La mosca se posa en el muslo,
cerca del moretón,
mientras la familia extiende
su conjunto de secretos.


La bandada se levanta
y los buitres llegan
a comerse al pelícano.


Los cuerpos sin órganos de las pulgas,
arrastrados por las olas en recogida.


Piso un cactus y una púa atraviesa mi zapato. Más tarde la confundo con una piedra que no quiere sacudirse.


Dejo que mis piernas rocen las ramas abriéndose pequeños tajos.
Dejo que las ramas rocen mis piernas rascando las picaduras de zancudo.


Los focos de los autos definen la carretera a lo lejos en la noche.


El faro de un barco oscila a lo lejos. El mar marcado en medio de la noche. Una herida de luz. La niebla ha cubierto las estrellas y el viento negro pasa entre los cactus y las rocas.


Los hielos penitentes en la montaña
levantándose hacia la cima.
Hielos eternos,
casi sin miradas encima.




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23 mar 2012

Distraído con Liubitza

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la cena es muda pero la noche estruendosa
poco se mete con plato al microondas
el queso derretido se seca y endurece
junto a las migas de pan pegadas

los pocillos, platos y vasos quedan en el pasillo
las puertas rebotan con los tropiezos
y el sueño es lo último que se puede alcanzar

salgo en auto a pasear por el bufé libre de culpas
de las calles Ramón Carnicer, Copiapó e incluso la muerta Holanda
ahora que Javiera se fue a España, Holanda está muerto.
subo a Liubitza, fea y barata
me pasan por la cabeza desagradables pensamientos:

mi padre vuelve a la casa de su divorcio
donde el juicio lo declaró violento
donde el juicio declaró su amor fallido
donde vio hacerse a su esposa alcohólica
y a sus hijos deprimirse.
vuelve después de trece años
la casa se alegra de haberlo perdido
llora y me anuncia el último momento
sus ojos verdes parecen gotas al fin.
luego un tigre se desgarra desde el vientre
una hoja de aire lo abre y de su estómago salen
jaulas doradas con pájaros entumecidos, las recojo.
al tigre le crece una melena de pelos gruesos como tallarines
y yo hincado con una jaula en cada mano
me percato de que estamos en un callejón
donde vivía un antiguo amigo.
mi hermano con diez años menos me mira
esperando que le ofrezca una de las jaulas.
el canal de Chacao se está congelando
miro las islas y en el cielo
viaja una gigantesca nube volcánica.
el mar se endurece y se transforma
en un desierto de turmalina negra.

aprieto mi culo para terminar rápido
ella está apoyada en el auto con la falda arriba
las medias abajo y el calzón corrido
sacudo mi mente de las tonteras
y vuelvo a su culo, agarrándola de la cintura con fuerza
me pide que termine
el raro acento de su voz travestida
me recuerda a alguien
termino sin irme
mi mente no ha dejado el tiempo
solo una sensación local, solo semen que sale.

los condones se rompen en el culo
ellas reaccionan en seguida
si no se recoge la evidencia,
la envoltura queda en el auto
y el condón en la calle.
en la mañana se quemará
y la vieja espantada lamentará los nuevos tiempos
en que los rastros de un sexo ilícito
amanecen en la vereda,
una evocación impresionante.

la dejo donde la recogí
no quiero volver a casa
hay pisco en la maleta
manejo hasta el río
mi cuerpo no se alegra con los tragos
sin embargo
la abjuración me aterroriza suavemente
porque quizás vuelva con Camila
y no había hecho esto desde hace un año
mi cuerpo no se alegra
por el río gris ni por su cauce de cemento.




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la mosca de la mañana

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la mosca de la mañana
que nació durante la noche
de un huevo en la cortina
para en mi cara y me despierta
varias veces
mi mano dormida no la alcanza
sueño:
Camila se aleja de mí satisfecha
para siempre y feliz
porque soy una mosca derretida
por un día de calor.
la mosca de la mañana
prefiere mi piel a los muebles
sigue ahí cuando me levanto
mi mano ya no la busca
le abro la cortina, la ventana
siento su cuerpo en mi brazo
el sol me enceguece
el ciruelo negro oscila
el día comienza a respirar
mientras la mosca de la mañana
sale volando hacia la tela
de la araña.




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el camión entra al terreno
mientras
rostros se llenan de sueño
y orgullo

todos se sientan
y mienten
acaso no quieren
matar a sus hermanos

la vida avanza
como una posa de agua
que la tierra se traga

y Dios sigue siendo él mismo
mientras el cuerpo descansa
en el sillón blanco
mientras se frota hielo
en los pezones
para que se vean más bonitos
mientras el día cierra la boca
después de una jornada de
calor violento.



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Un Cuerpo

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Un cuerpo blanco que recorro, que rasgo, que habito, que muerdo, que incinero, que aparto, que quemo con colillas, que arrastro por la vergüenza. Un cuerpo blanco sin pulso pero tiritando todavía en mi memoria, tiritando todavía como la última estrella en un cielo sin viento. Un cuerpo que no es mío ni de ella ni de la tierra con sus organismos. Un cuerpo que florece como la culpa, que prolifera como las enfermedades en las bocas que beben aguas servidas. Un cuerpo sin nombre, avergonzado de sus genitales, con la conciencia tan debilitada como la lengua que defiende sus convicciones. Un cuerpo gris que mido y calculo, que imagino desparramado, repartido, abierto, invertebrado, inventariado, vendido, escondido en un rincón de una vitrina polarizada, privado de luz y aire, tratado con aceites hirviendo, castigado y perdonado, apátrido y sin historia, sin pasos encima, sin caminos detrás, solo surcos, estelas, rastros todos borrados por vientos, mareas, incendios. Un cuerpo azul sin aire, sin agua, sin mirada, sin pelo ni sustancias siendo digeridas. Un cuerpo negro, un cuerpo que hirvió burbujeante hasta que el humo negro dejó solo el esternón flotando río abajo para encallar luego en la contaminada orilla junto a las negras vacas y las bolsas plásticas y las prendas inútiles. Aguas contaminadas por bautizos, penas y culpas lavadas entre los microbios. Aguas verdes que en la noche se encienden con los reflejos de las piras incendiarias funerarias, las fogatas que se llevan los restos sucios de la piel y los órganos. Pirámides de fuego que anuncian nueva vida. Un cuerpo naranjo desvanecido, disuelto, desintegrado, evaporado al cielo que no espera a nadie. Un cuerpo verde, morado, amarillo. Mi cuerpo que he robado a la permanencia. Mi cuerpo, una caja musical con la manivela averiada, guardado en cajones dispersos. Un cuerpo cuya melodía no sirve, no aparece. Un cuerpo con el que me acosté ayer en un colchón sin sábanas, en una pieza que no es mía ni arrendada. Un cuerpo blanco con grandes y finas tetas que se avergüenza de que mi boca se acerque a su vagina. Un cuerpo que se tropieza al bajar la escalera. Un cuerpo que tiñe piedras con sangre sin oxígeno. Un cuerpo, un cuerpo, un cuerpo con el que engaño a mi esposa.



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