2 ago 2012

Prefin II

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El sol tallará heridas de luz en las retinas.

Los gritos se harán viejos
tratando de decirle algo
al rostro que descansa en las montañas.

El frasco de jabón azul atravesado
por la luz de la ventana.

La mano plastificada encuentra la herida
bajo la ropa embarrada.
La piel de la cabeza se levanta, la mano dibuja en el cráneo.
Nace una polilla de un capullo en la cortina.
La mosca se posa en el pie etiquetado.

Los pies parecerán petrificados
en el gesto eterno de la languidez.

La boca no dice más y se acuesta en el colchón más cercano.

Dime tú:
         ¿Ves este rostro?
         ¿Está mal afeitado?
         Esos imbéciles del hospital no han sabido tratarme
         como un hombre decente.
         ¡Miren que pocilga pretenciosa el edificio!
          
El fracaso y la maldad se riegan como a una planta.
Salen en un macetero.
Maleza bien cuidada en la fértil tierra del alma.

Todo lo que sufre tiene que morir
y las fogatas en las cabezas
dejarán al cerebro hecho cenizas.

En todo caso
la nota de la alcantarilla persistirá
como una higiénica sonata monótona,
un recordatorio del negro sistema digestivo doméstico.


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