19 oct 2010

Dos Luces

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Este sol. Mirarlo descubrir los rostros como escenografías abandonadas, rastros de utilería vieja, rostros baldíos. Esta luz, mirarla abrirse como un telón, abrirse hacia la bóveda horrenda del gesto, del razgo, del terrible pasar del tiempo por el ánimo, del desgarrado temple nunca lo suficiente deformado para responder a los años, los rezongos, las mentiras, los llantos largos, las deformes expresiones o deseos o congojas nunca bien recibídas por el público ni la gente.

Mirar la asistente muchedumbre, un festejo más que nada para olvidarse, porque el olvido se celebra. Aseo y ornato, salubridad e higiene.

Sobre las calles hay desechos especiales. Necesitados de intensidad, de olvido, de pudrir la norma que condena y por qué, su cuchillo es una espátula que funde con cuidado. Olvídate del sueño. El suelo.

Muchas opiniones y coleccionistas de información rondan acechantes para explicarte. Este tramo se recorre cerrando los pasos un poco y tratando de mirar no mucho más que a los pasos propios. Los aires bajos agitados por el constante aterrizaje corporal, su opinión involuntaria, benigna si la sospecha no es suficiente. Enfrentamos siembras incontrolables de autoridad, proliferan naturalmente en el espacio inconcebible y sin querer comprobable que se han preparado. No dejar la piel abierta ni sensible. Hambrientos eso sí ante la droga o la respuesta sin querer inútil después de todo la droga abierta y terminada respuesta nunca dio a quienes la buscaban. Confuso el paso apurado ansioso que busca altas montañas en el telón de fondo, los protagonistas no están en el fondo de nada ni sus vidas son el fondo sino el centro ni el centro ni la cúspide de la experiencia. Aunque sí aristas cuelguen, solamente cuelguen del techo como estalactitas, agua cayendo, no congelemos nuestra caída que es corta.

Mirar la ciudad creciendo hacia el desierto, los límites de los climas a veces abrasan. La arena muerta en apariencia cae a la tierra como si desde el cielo. Si es que tiemblan los mantos por venir está el cansancio.

Qué luz amarilla de la tarde con nubes hojas amarillas algunas edificaciones. Qué campanario activo que metal revienta. A veces, a través de la ventana entra un globo de luz transparente y lleno de polvo, el aire hace presión hacia mi cuerpo por los orificios abiertos. A los ojos los presiona hacia dentro la luz los infla bombeando un día tras otro y con nombre en la memoria, se olvida la constante inundación. La tierra dice lo que quiere que sepamos. Los días, enormes páginas de luz, temblores y climas abrazan todas las publicaciones, por mentirosas que sean. La información cae del cielo como luz rota, como noche que prende el día eléctrico del tungsteno.


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