9 ene 2011

Mentira

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Me reviento una espinilla en la ceja llegando a mi casa. Las minas de la noche pasaron como en un desfile sin carros alegóricos, como una casa de putas con una sola puta, o con la puerta cerrada. Estoy gordo y sin querer no hago lo que quiero. Miro decepcionado cuerpos de minas ricas. No me saco de encima la mentira, la mula charcha. Mi verdad es simple, no exijo cambios en el mundo ni en sus sistemas, solo cambios en las emociones de la gente.

Aunque manosié una teta con permiso y besé por amistad un labio recorrido un par de veces en la noche. Aunque pedí a una de ellas subir más las piernas cruzadas y agarré su rodilla apretando los dientes, llego decepcionado, decepcionado del sexo, porque no tuve, decepcionado de ti, y vendrá como un amanecer, como una extirpación de un tumor, un día nuevo y sin querer, un pedazo de voluntad desnutrida, un pedazo de humano sin ser humano por elección.

Esta es una noche tonta, un deseo incorruptible de final y de perpetuidad. Esta es una risa mentirosa, un abrazo forzado, un beso por dinero y por resigna, por adiós y por mañana, porque no pasó y por seguir esperando, por tomar para callarse mientras el vaso interrumpe en la boca. Un silencio es más valioso entre palabras que permaneciendo, un silencio debe irrumpir inevitable y no planearse como calma. La calma en esta ciudad, en esta clase, es una pócima indisoluble cuya mezcla no se sabe, un privilegio inútil si no se alza como inalcanzable. La calma, incapaces de la calma. Pero la incapacidad es sagrada, la incapacidad de saber es sagrada, la duda es sagrada también, se soluciona pocas veces en encuentros poco voluntarios y sin durar resuelta mucho tiempo.

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