8 dic 2011

Hoyo

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Que la boca sea un hoyo
separado del gesto.
Que parezca un hoyo más en el cuerpo.
Que no sirva para hablar,
los basureros no escupen.
Que caigan en ella cosas
como arrastradas en un día de lluvia
por los costados de las calles
hasta las alcantarillas.
Colillas, boletas, hojas, peste.
Envoltorios, ramas, pelos, tifus.
Todo en un hoyo vacío.
Un hoyo solo, ¿dónde está eso?
Un hoyo sin paredes, la boca.
Un yo, un hoyo, un claustro en el aire.

Que la boca se abra para decir un hoyo.
Para ser llenada como un estanque,
para guardar aguas servidas,
con sus microorganismos y enfermedades.
Que la boca acumule hedores
que se huelan con el alma.
Que la boca guarde traumas
y no diga más que ahogos.
Que esté abierta siempre,
que no hable, que se abra.
Que al fin la palabra
no sea más que un hoyo,
una ausencia, una maleta abandonada.
Y cuando hayamos tocado el vacío
sea ella la que nos recuerde
que apenas dijimos casi nada,
que así pasa, que no hay calma.


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